Uno de los tantos movimientos estratégicos de la Pepsi, efectuado a mediados de los noventas fue "el reto de la Pepsi", que consistió en realizar pruebas a ciegas de sabor entre dos refrescos de cola sin nombre. En las pruebas, los probadores prefirieron tres veces la Pepsi y dos la Coca, hecho que se pregonó a son de trompeta en los comerciales de televisión.

Fue una buena estrategia porque explota un punto débil en el producto competitivo. Debido a que la Pepsi es casi 7% más dulce que la Coca, lo primero que la favorece es el sabor. Sin embargo, la Coca Cola procedió de la manera en que un líder nunca debe hacerlo. Después de soportar años el reto de la Pepsi, repentina y públicamente cambió su fórmula hasta hacerla tan dulce como la Pepsi. De pronto, la auténtica dejó de ser para siempre eso. En un arrebato debilitó su propia posición.

El problema no era cambiar la fórmula o no. El problema era si se anunciaba el cambio o no. Casi todas las compañías de vez en cuando hacen cambios mínimos en la fórmula, como lo hizo la Coca Cola, notándose más la sustitución de jarabe de maíz rico en fructuosa por sacarosa.

Para muchas compañías, lo nuevo y mejorado es una forma de subsistir en el mercado.

Lo que hace diferente la situación de la Coca Cola es su posición de auténtica. En un mundo con cambios tan rápidos, el sabor de la Coca Cola era un elemento constante que recordaba a los consumidores el paso del tiempo. El retiro de la botella de la Coca no fue nada bueno. Ahora, hasta la fórmula ha desaparecido.