INTRODUCCIÓN

 

La comunicación política adquiere una relevancia central en el contexto de los regímenes democráticos de fines de siglo. Su paulatina autonomía parte del hecho de que el ejercicio del poder público abandona los espacios de la clandestinidad y de la razón de Estado ante la publicidad de su influencia y de sus actos. Tal publicidad se configura gracias al desarrollo de los medios de comunicación de masas (prensa, radio y TV), así como de las nuevas tecnologías de información y comunicación (cable, satélite, telemática). Por otro lado, el seguimiento de los hechos y actos del poder público se ha situado bajo la perspectiva de la defensa de las libertades relativas a la expresión y a la información, aspecto que tiene su punto histórico de arranque en la declaración francesa de los derechos del hombre y del ciudadano publicada en 1789. El poder pasa de los oscuros callejones de su configuración y ejercicio a los grandes espacios de la publicidad. En tiempos de las grandes monarquías europeas, el poder real detentaba el monopolio de la información, la cual fungía como un valiosísimo termómetro de la obediencia de los súbditos. Hoy, los pasos del hombre político son seguidos de cerca por el gobernado a través de los medios de comunicación.

 

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